Aquellos que vivís en grandes ciudades, ¿os habéis fijado que cada día hay más peatones y ciclistas que llevan mascarilla para respirar, tal como es habitual en otras zonas del mundo con índices de contaminación más elevados, como China?

La función pulmonar habitual es normal que disminuya a medida que nos hacemos mayores. Sin embargo, un estudio reciente realizado en 300.000 personas de todo el mundo y publicado en el European Respiratory Journal, revista de cabecera en cuestiones respiratorias, concluye que la contaminación del aire daña los pulmones, acelera el envejecimiento y aumenta el riesgo de padecer una enfermedad pulmonar.

El estudio se prolongó desde 2006 hasta 2010 y, una de las diversas pruebas que llevaban a cabo los participantes era una espirometría para calcular la cantidad de aire que tenían capacidad de respirar. Así, lograron demostrar que por un aumento de 5 microgramos de media anual y metro cúbico de la partícula contaminante fina PM 2.5, equivalía a una reducción de la capacidad pulmonar similar a la correspondiente por dos años de envejecimiento natural.

Actualmente, la Unión Europea marca como límite de calidad del aire 25 microgramos de PM 2.5 por metro cúbico, que es aún más alto que los niveles que los investigadores señalaron como vinculados a una función pulmonar reducida.

Cabe recordar, que sólo en el Área Metropolitana de Barcelona y según fuentes propias del Ayuntamiento, cada año se generan 3.500 muertes prematuras debido a la contaminación ambiental en el AMB. Además, según el proyecto Global Burden of Disease (GBD), la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) es la tercera causa de muerte en todo el mundo y se espera que vaya en aumento debido a los altos niveles de contaminación atmosférica de las ciudades donde vivimos.

Por este motivo, el profesor Tobias Welte de la Universidad de Hannover (Alemania) y presidente de la European Respiratory Society, reivindicaba «el acceso al aire puro es una necesidad y un derecho fundamental para todos los ciudadanos de Europa. Los gobiernos tienen la responsabilidad de proteger este derecho y garantizar que los niveles máximos de contaminantes indicados por la Organización Mundial de la Salud no sean violados en nuestras ciudades y pueblos. La respiración es la función humana básica para vivir, por lo que tenemos que seguir luchando por el derecho a respirar aire puro «.