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Propósitos para el nuevo año: ¿cómo hacerlos?

Con el cambio de año, quien más quien menos se siente con la necesidad de proponerse cosas a mejorar de cara al año que está a punto de empezar. No es una mala idea, porque esto implica que nos autoevaluamos a nosotros mismos, que tenemos claro qué aspectos de nuestra vida son mejorables y que somos conscientes de que hay cosas que no las hacemos bien. Y fijarse una fecha concreta es el punto de partida para empezar a cambiar: el inicio de año es un clásico, pero puede ser también el inicio del curso escolar, el día del cumpleaños o cualquier otro día que consideremos señalado.

El problema es cuando esta autoevaluación se convierte en un arma de doble filo: ¿aspectos mejorables según qué baremos? ¿No lo hemos hecho bien comparado con quién? Si esto se traduce en una autoexigencia difícil de cumplir, porque es imposible encajarla de forma sencilla en nuestra rutina diaria, por ejemplo, los buenos propósitos se convierten en papel mojado o, en el peor de los casos, nos perseguirán y nos harán sentir culpables por nuestra poca fuerza de voluntad, cuando el problema seguramente no es éste.

Objetivos sobredimensionados

Muchos estudios ponen de manifiesto que muy poca gente logra cumplir sus propósitos para el nuevo año. Pero ¿por qué pasa? Pues a menudo porque son objetivos sobredimensionados, que requieren un esfuerzo importante y sostenido en el tiempo sin una recompensa tangible, y porque en muchas ocasiones se fijan por inercia en comparación con otra gente, pero en realidad no son nuestros hitos.

Por eso, los profesionales de la psicología suelen recomendar que los buenos propósitos que nos fijemos encajen en cinco características, que se denominan SMART por sus siglas en inglés:

Específicos. Deben ser metas lo más concretas posibles. “Ser mejor persona”, por ejemplo, sería el colmo de la poca concreción. En cambio, realizar una dieta más saludable, con un calendario concreto de comidas para la semana, es mucho menos disperso.

Medibles. Es mejor fijarse metas que podamos medir cómo avanzan, aunque sea poco a poco. Cómo podría ser perder peso.

Alcanzables. No podemos fijarnos propósitos que sobrepasen nuestras capacidades o que sabemos a ciencia cierta que interferirán en nuestro día a día.

Realistas. Ligado con lo anterior, debemos proponernos cosas que sabemos que podemos cumplir, que nos ayudarán a mejorar. Pero que no harán voltear nuestra vida de arriba abajo.

Temporizados. Si ya es difícil mantener la constancia durante 30 días, imaginaos durante todo un año. Muchos propósitos no se cumplen por eso, porque la disciplina decae con el paso del tiempo. Por tanto, es mejor hacer propósitos que cumplan las cinco características anteriores y, además, sean cortos en el tiempo. Si lo cumplimos, pues ya podemos plantearnos el siguiente escalón. Es el caso, por ejemplo, de hacer deporte: es necesario ir avanzando poco a poco.

Una lista muy personal

Muchos psicólogos también proponen que, antes de realizar la lista de propósitos para el nuevo año, nos hagamos a nosotros mismos varias preguntas. Como, por ejemplo, qué hemos ido postergando en años anteriores y es necesario resolver. O qué nos gustaría aprender o crear en el próximo año. Lo importante, pues, es hacerse cada uno una lista a medida, más que buscar una cualquiera en internet, porque ésta es la mejor garantía de poder cumplirla.

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