El estrés continuado, las dietas inadecuadas, los cambios bruscos de temperatura o un número insuficiente de horas de descanso pueden hacer que el organismo se resienta y disminuyan nuestras defensas. A partir de una dieta equilibrada que contenga ciertos alimentos, podemos fortalecer nuestro sistema inmunológico.

Las bacterias que contiene el yogur (Lactobacillus bulgaricus y el Streptococus thermophylus) y la leche fermentada (bifidobacteris o Lactobacillus casei) son muy beneficiosos para el aparato digestivo humano y ayudan a prevenir determinadas infecciones. Además, el yogur ejerce una acción sobre la flora intestinal que mejora los movimientos peristálticos de los intestinos, controlando la diarrea, evitando el estrechamiento, favoreciendo la eliminación de los desperdicios del proceso digestivo y reduciendo la incidencia del cáncer de colon.

Los vegetales de color rojo (tomates, pimientos, grosella, fresas,…), que son muy ricos en carotenos y vitamina A, contribuyen a mejorar la eficacia de nuestro sistema inmunológico. Gracias a su acción antioxidante, ayudan a proteger el organismo de las consecuencias habituales que provocan las inclemencias meteorológicas del otoño y el invierno.

El ajo es un ‘antibiótico natural’ que cuenta con propiedades antibacterianas y antivirales. Su consumo habitual sirve de escudo ante las infecciones y mejora nuestra capacidad de respuesta a los virus y las bacterias. Los estudios han confirmado su capacidad para modular y estimular la maquinaria inmunológica. En el proceso de cocción del ajo, algunos compuestos se destruyen y aparecen otros como la adenosina, que tiene una función protectora del sistema cardiovascular y del sistema nervioso central.

Los minerales son uno de los nutrientes más importantes para el sistema inmunológico. De este modo, los alimentos ricos en zinc, hierro, manganeso o cobre tendrían que estar presentes a nuestra dieta. Minerales como el selenio pueden reducir el riesgo de desarrollar algunos tipos de cáncer, como el de pulmón, el de hígado, el de próstata o el de colon. El zinc, además, favorece el desarrollo de proteínas, por el que es muy recomendable para mujeres embarazadas y lactantes, y para las personas que se están recuperando de una lesión.

Los alimentos que contienen vitamina E, como el aceite de oliva o de girasol, los cereales enteros, los frutos secos y los vegetales de hojas verdes, mejoran la respuesta inmunológica ante nuevos agentes infecciosos. Este nutriente también protege el organismo de las moléculas tóxicas que pueden entrar por las vías respiratorias o bucales, evita la destrucción anormal de glóbulos rojos y reduce el riesgo de sufrir trastornos oculares, anemias y patologías cardíacas.

Los cítricos, gracias a la gran cantidad de vitamina C que contienen, son probablemente los alimentos más conocidos a la vez de potenciar nuestro sistema inmunológico y de tener una recuperación más rápida. La vitamina C interviene en la formación de glóbulos rojos y blancos, nos protege de los radicales libres, reduce el riesgo de desarrollar enfermedades neurodegenerativas, ayuda a la cicatrización de heridas, quemaduras y encías sangrientas y evita la formación de agentes cancerígenos como las nitrosaminas.

La miel, que es conocida por su capacidad bactericida y antiséptica, también es una buena aliada para mantener en forma nuestras defensas. Además, facilita la digestión y la asimilación de otros alimentos, regula el funcionamiento de los intestinos y estimula la formación de anticuerpos gracias a su poder antioxidante, al ácido ascórbico, al magnesio, al cobre y al zinc, reforzando el organismo a la vez de prevenir enfermedades.