El herpes zóster puede parecer inofensivo, pero sus brotes dolorosos y sus posibles secuelas lo convierten en una infección a tener en cuenta, sobre todo en edades avanzadas o con defensas bajas.
Conocido también, popularmente, como culebrina o culebrilla, el herpes zóster es una infección viral que no acostumbra a poner en riesgo nuestra vida, aunque sí suele causar una erupción dolorosa, diversas molestias o problemas de salud asociados y puede dejar secuelas.
Esta afectación está provocada por el virus varicela-zóster, un herpes virus que infecta a seres humanos y otros vertebrados, causando varicela (sobre todo en niños, adolescentes y jóvenes) y herpes zóster (habitualmente, en adultos y ancianos). A pesar de ser del mismo grupo, es un virus diferente del que provoca el herpes labial o el genital.
El herpes zóster puede desarrollarse en cualquier parte del cuerpo, pero lo más frecuente es que se manifieste:
- En forma de una franja de ampollas que recorre uno de los dos lados del torso.
- También puede encontrarse alrededor de un ojo, en la boca o el oído.
- En un lado del cuello o la cara.
Causas del herpes zóster
Cuando se contrae la varicela, el virus permanece en nuestro cuerpo de por vida, instalado en el sistema nervioso.
Suele estar latente durante mucho tiempo, pero en algún momento puede llegar a reactivarse en forma de herpes zóster. En el momento de la reactivación, es cuando pasa de las vías nerviosas a la piel, originando los famosos sarpullidos.
Aunque no están claras las razones que lo originan, parece existir una relación con la disminución de la inmunidad ante las infecciones. Por eso, suele presentarse en mayor proporción en adultos o ancianos.
Una pregunta habitual: ¿es contagioso el herpes zóster?
Debemos tener en cuenta que una persona con herpes zóster puede transmitir el herpesvirus a cualquier otra que no esté inmunizada ante la varicela. Para que esto suceda, es necesario el contacto directo con las vesículas abiertas del herpes.
Si la persona se infecta, desarrolla la varicela antes que el herpes zóster. Por esta razón, es necesario evitar el contacto físico con las personas que no hayan pasado la varicela o que no estén vacunadas, especialmente con recién nacidos y mujeres embarazadas.
Sintomatología a tener en cuenta
Los síntomas más habituales que provoca son:
- Ardor, dolor o sensación de hormigueo.
- La aparición de un sarpullido rojo, con frecuencia unos días después del dolor. Algunas personas pueden no llegar a presentar sarpullido.
- Sensibilidad al contacto.
- Picazón persistente.
- Presencia de ampollas llenas de líquido que pueden acabar formando costras, que acaban cayendo en dos o tres semanas. No suelen dejar cicatrices.
Otros síntomas menos usuales
- Dolor de cabeza
- Sensación de fatiga o malestar general
- Dolor articular
- Sensibilidad a la luz
- Fiebre y escalofríos
- Inflamación de los ganglios linfáticos
Posibles síntomas que pueden presentarse cuando el herpes zóster afecta a un nervio facial
- Dificultad para mover algunos músculos de la cara
- Caída del párpado
- Pérdida del movimiento del ojo
- Problemas o pérdida de visión
- Pérdida o dificultades de audición
- Problemas en el sentido del gusto
Posibles secuelas del herpes zóster
- Neuralgia: dolor en la zona hasta muchos meses después de la lesión cutánea
- Afectación en la visión
- Afectación neurológica
- Infección en la piel
Los factores de riesgo del herpes zóster
- La edad. El herpes zóster suele estar más presente en personas a partir de los cincuenta años en adelante. Los pacientes mayores de sesenta son los que pueden presentar más complicaciones.
- Las enfermedades inmunodepresoras, como el sida o el cáncer.
- Los tratamientos oncológicos, como la radiación o la quimioterapia.
- Fármacos que afecten al sistema inmune, como los corticoides.
El diagnóstico suele basarse en el examen de la piel, las preguntas al paciente y el análisis de la historia clínica. En pocas ocasiones es necesario recurrir a pruebas adicionales, como un análisis de una muestra de piel o de sangre.
Consulta y tratamiento
Evidentemente, si creemos que podemos estar afectados de herpes zóster, lo mejor es consultar con nuestro médico lo antes posible; especialmente si tenemos algún factor de riesgo o nuestro sistema inmunitario está deprimido. Es importante el inicio precoz del tratamiento para que sea efectivo.
Cuando el herpes zóster afecta a la cara/cabeza existe un mayor riesgo de secuelas y complicaciones, y es imprescindible el control por parte de un especialista en oftalmología.
El tratamiento más habitual es la receta de un antiviral, que sirve para disminuir el dolor y reducir la evolución de la enfermedad, además de prevenir complicaciones. Su presentación suele ser en forma de pastillas, aunque también pueden suministrarse vía intravenosa. Se recomienda empezar a tomar estos fármacos antes de la aparición de las ampollas.
Otros fármacos que pueden prescribirse son:
- Los antihistamínicos, para atenuar la picazón.
- Los analgésicos.
- Las cremas naturales con capsaicina (un compuesto químico presente en los pimientos picantes, como el chile), para aplicar en la zona.
- También acostumbra a ser efectivo aplicar compresas húmedas y frías, tomar baños calmantes y reposar en cama (en caso de fiebre).
Además de la vacuna de la varicela, existe una vacuna específica para el herpes zóster que suele subministrarse en adultos y es eficaz para reducir el riesgo de desarrollarlo, así como reducir sus síntomas y complicaciones.